Por Vicente-Juan Ballester Olmos
Podemos afirmar que en la actualidad encontramos la mayor aceptación del concepto ovnis o platillos volantes que ha habido jamás, entendiendo por ovni un motif cultural o folklórico o un mito artístico o mediático. Se ha llegado a este punto por el efecto combinado de la literatura, el cine, la televisión, la publicidad, la pintura y hasta la música. En este contexto, ese elevado grado de admisión teórica de los ovnis significa que si mañana descendiera un platillo volante a lo Ultimátum a la Tierra, ese hecho probablemente no despertaría pánico y seguramente tampoco una gran sorpresa, no después de Independence Day.
Pero cosa muy distinta es la aceptación de los ovnis como una realidad física auténtica que se manifiesta verdaderamente en forma de naves extraterrestres en nuestro espacio aéreo. Una cosa es el conocimiento global del concepto y otra su creencia en él. Para la inmensa mayoría de las personas, se trata de una ficción simpática. Y para los influyentes medios de comunicación, el entorno académico y el poder político y gubernamental, los ovnis no dejan de ser algo ficticio e irreal, nos guste o no admitirlo. Nunca como antes se han vendido menos los libros de ovnis, nunca el tema ha estado tan desprestigiado a nivel científico, nunca como ahora las agrupaciones dedicadas a su estudio han tenido menos socios o se han clausurado con más frecuencia.
Pero cosa muy distinta es la aceptación de los ovnis como una realidad física auténtica que se manifiesta verdaderamente en forma de naves extraterrestres en nuestro espacio aéreo. Una cosa es el conocimiento global del concepto y otra su creencia en él. Para la inmensa mayoría de las personas, se trata de una ficción simpática. Y para los influyentes medios de comunicación, el entorno académico y el poder político y gubernamental, los ovnis no dejan de ser algo ficticio e irreal, nos guste o no admitirlo. Nunca como antes se han vendido menos los libros de ovnis, nunca el tema ha estado tan desprestigiado a nivel científico, nunca como ahora las agrupaciones dedicadas a su estudio han tenido menos socios o se han clausurado con más frecuencia.
Sin embargo, en el análisis del volumen de casuística con la pretendida etiqueta OVNI se observa, a nivel mundial, un hecho del todo paradójico. Quienes manejamos estadísticas de informes ovni, como la del Gráfico 1 (promedio anual de casos por década), constatamos que el número de fotografías de ovnis en todo el mundo ha crecido vertiginosamente en los últimos años. Resulta curioso observar que cuanto la sociedad menos cree en la realidad material de los ovnis, más imágenes de los mismos se generan. Bien podemos decir que el nivel de informes ovni es inversamente proporcional a la percepción social de su realidad.
Esta disparidad entre lo esperable (cada vez menos fenómenos serán llamados ovnis) y la curva del Gráfico 1 es notable. La media anual de informes de fotos ovni entre 1950 y 1989, según los archivos del proyecto FOTOCAT, fue de 88. La media anual de imágenes ovni en la década de los noventa fue de 175 y en el periodo 2000-2005 es de 396, lo que supone un factor del 4,5 entre la primera y la última cifra.
Este incremento de ninguna forma hay que interpretarlo en términos de oleadas masivas o de un aumento verídico del número de avistamientos ovni en el mundo.
La resolución de esta paradoja pasa por considerar el acceso popular a la fotografía. Porque el número de cámaras fotográficas y de video, en sus muchas versiones, incluyendo las de los teléfonos móviles o celulares, ha aumentado exponencialmente desde, digamos, finales de los ochenta, probablemente el equivalente a 2,0 órdenes de magnitud (un factor de 100). Pero si, como hemos visto antes, el factor observado es de “sólo” 4,5 parece que estamos lejos de una proporcionalidad directa, lo que todavía habla positivamente en pro de la racionalidad del ser humano.
Naturalmente, tantas fotografías que vemos continuamente en Internet de cuerpos cuyo vuelo ha sido congelado por las cámaras digitales, son debidas a la aparición de insectos cerca del fotógrafo o aves en el marco angular del escenario fotografiado. Por eso la mayor parte de los fotógrafos nunca ven nada anormal en el momento de tirar la instantánea. Nada de ovnis invisibles ni zarandajas similares. Sin más misterios.